"El psicoanálisis no
promueve la idea de que al final del camino nos espera la felicidad o la
armonía, sino un modo diferente de habitar el desamparo, la soledad y la
infelicidad de la condición humana. Una manera menos tonta". Gustavo
Dessal
En una época de euforia y de búsquedas implacables por el placer y la
felicidad, parece que al dolor le ha tocado asumir un lugar negado y casi que
impronunciable. Cada vez el hombre se encuentra sumergido en un mundo que
apuesta a un ideal de éxito, excelencia, felicidad y liberación del dolor. Sin
embargo, es una apuesta en las que siempre llevará las de perder, puesto que
una cuota de sufrimiento y de conflictos hacen parte de aquellas vicisitudes
inevitables de la vida. Ahora bien, es
importante aclarar que si bien el sufrimiento es inherente al vivir en algunos casos puede convertirse en algo excesivo que afecta significantemente el bienestar de
una persona y que lo lleva a cargar a cuestas un saco de padecimientos sin saber muy bien por qué.
Lo curioso es que, en esos
tiempos, el hombre no quiere lidiar con esa cuota de dolor que es
indispensable, aquella que proviene de las situaciones normales de la vida como
la pérdida de un ser querido, la ruptura de una relación de pareja, la falta de
empleo o la traición de un amigo. Hoy en día no se quiere saber nada del dolor.
El hombre no quiere sufrir y entonces necesita atenuantes que ayuden a evadirlo,
es así como se engancha en las drogas, el alcohol, las pastillas, los
videojuegos, el sexo, la comida, etc… sin embargo ni esto lo libra del
sufrimiento y más bien, parecen aumentar su pena.
No hay manera más segura de producir un efecto que querer evitarlo, dice el psicoanalista Luciano Lutereau, y es justamente esto lo que sucede con el miedo al sufrimiento, que no es mas que miedo al miedo, una compulsión por querer evitar algo que es inevitable y que en su intento produce la anticipación a lo que no se quiere vivir. Es decir, una dinámica tormentosa donde se sufre doble, cuando me adelanto a lo que puede pasar y luego cuando esto termina ocurriendo. Lo que al mismo tiempo demuestra que posiblemente se está en una posición infantil en donde se espera la protección y la seguridad del niño, quien ve que todo se le es resuelto de arriba, pues carece o son insuficientes los recursos para hacerle frente al dolor.
No hay manera más segura de producir un efecto que querer evitarlo, dice el psicoanalista Luciano Lutereau, y es justamente esto lo que sucede con el miedo al sufrimiento, que no es mas que miedo al miedo, una compulsión por querer evitar algo que es inevitable y que en su intento produce la anticipación a lo que no se quiere vivir. Es decir, una dinámica tormentosa donde se sufre doble, cuando me adelanto a lo que puede pasar y luego cuando esto termina ocurriendo. Lo que al mismo tiempo demuestra que posiblemente se está en una posición infantil en donde se espera la protección y la seguridad del niño, quien ve que todo se le es resuelto de arriba, pues carece o son insuficientes los recursos para hacerle frente al dolor.
Es el reconocimiento de nosotros mismos y del otro lo que nos
permite identificar lo que sentimos y aprender a saber vivirlo, teniendo
presente que tanto la alegría como el dolor tiene tiempo de caducidad, lo que
significa que solo duran un momento. Entonces, aquello a lo que tanto podemos
temer, ese dolor que podemos sentir, luego de un tiempo también pasará. Hacerle
frente al dolor e incluso poder hablar de él, nos permitirá entenderlo y hasta
otórgale otro sentido que nos lleve seguir viviendo, observándonos a nosotros
mismos y a aquello que nos sucede de una manera distinta.
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