SUFRIMOS POR MIEDO A SUFRIR

sábado, 8 de septiembre de 2018




"El psicoanálisis no promueve la idea de que al final del camino nos espera la felicidad o la armonía, sino un modo diferente de habitar el desamparo, la soledad y la infelicidad de la condición humana. Una manera menos tonta". Gustavo Dessal


En una época de euforia y de búsquedas implacables por el placer y la felicidad, parece que al dolor le ha tocado asumir un lugar negado y casi que impronunciable. Cada vez el hombre se encuentra sumergido en un mundo que apuesta a un ideal de éxito, excelencia, felicidad y liberación del dolor. Sin embargo, es una apuesta en las que siempre llevará las de perder, puesto que una cuota de sufrimiento y de conflictos hacen parte de aquellas vicisitudes inevitables de la vida.   Ahora bien, es importante aclarar que si bien el sufrimiento es inherente al vivir  en algunos casos puede convertirse en algo excesivo que afecta significantemente el bienestar de una persona y que lo lleva a cargar a cuestas un saco de padecimientos  sin saber muy bien por qué.


 Lo curioso es que, en esos tiempos, el hombre no quiere lidiar con esa cuota de dolor que es indispensable, aquella que proviene de las situaciones normales de la vida como la pérdida de un ser querido, la ruptura de una relación de pareja, la falta de empleo o la traición de un amigo. Hoy en día no se quiere saber nada del dolor. El hombre no quiere sufrir y entonces necesita atenuantes que ayuden a evadirlo, es así como se engancha en las drogas, el alcohol, las pastillas, los videojuegos, el sexo, la comida, etc… sin embargo ni esto lo libra del sufrimiento y más bien, parecen aumentar su pena. 
No hay manera más segura de producir un efecto que querer evitarlo, dice el psicoanalista Luciano Lutereau, y es justamente esto lo que sucede con el miedo al sufrimiento, que no es mas que miedo al miedo, una compulsión por querer evitar algo que es inevitable y que en su intento produce la anticipación a lo que no se quiere vivir. Es decir, una dinámica tormentosa donde se sufre doble, cuando me adelanto a lo que puede pasar y luego cuando esto termina ocurriendo. Lo que al mismo tiempo demuestra que posiblemente se está en una posición infantil en donde se espera la protección y la seguridad del niño, quien ve que todo se le es resuelto de arriba, pues carece o son insuficientes los recursos para hacerle frente al dolor.

Es el reconocimiento de nosotros mismos y del otro lo que nos permite identificar lo que sentimos y aprender a saber vivirlo, teniendo presente que tanto la alegría como el dolor tiene tiempo de caducidad, lo que significa que solo duran un momento. Entonces, aquello a lo que tanto podemos temer, ese dolor que podemos sentir, luego de un tiempo también pasará. Hacerle frente al dolor e incluso poder hablar de él, nos permitirá entenderlo y hasta otórgale otro sentido que nos lleve seguir viviendo, observándonos a nosotros mismos y a aquello que nos sucede de una manera distinta. 

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