EL OLVIDADO ASOMBRO DE ESTAR VIVOS

martes, 10 de agosto de 2021

 

Robin Williams in "Dead Poets Society" (1989)


“vislumbramos / nuestra unidad perdida, el desamparo / que es ser hombres, la gloria que es ser hombres / y compartir el pan, el sol, la muerte, / el olvidado asombro de estar vivos”. Octavio Paz



La vida dentro de industrias de la ficción, es hoy el filtro por donde habitamos el mundo. Encapsulados en la apariencia y el simulacro, vivimos viendo gigantes donde sólo hay molinos. Por eso, resulta provechoso detenerse a distinguir la realidad y la ficción. No porque no podamos servirnos de esta última para iluminar la realidad, si no para alejarnos de ese simulacro de realidad que resulta narcotizante y que nos deja en un estado de letargo, distraídos, confundidos respecto al significado de las cosas y anulados en cuanto a nuestra conciencia individual.


Nos encontramos permanentemente aislados, imposibilitados para vivir de otra manera que no sea bajo las sombras. Sin poder reconocernos ni conocer distinto al otro. Habitamos en un automatismo desenfrenado, pasando de una acción a otra. Así como quién reproduce un camino idéntico. De esta manera, se actúa conforme a lo preestablecido para no levantar sospechas. No se dice más de la cuenta. Quedamos pegados a las acciones del entorno como animales miméticos: buscando la indistinción, el camuflaje, representar bien el personaje que suponemos es nuestro papel. Así, nos pasamos la vida. Actuamos el guion hasta que el telón cae. 


¿Es esta compulsión que habitamos, el pharmakon (eso que es al mismo tiempo remedio y veneno) que utilizamos para soportar la vida?  ¿Nuestra defensa?  Nos acostumbrados a vidas productivas, al encierro de no poder parar como mecanismo para huir de lo que requerimos pensar, sentir, vivir. Porque en el fondo, nos negamos a asumir nuestra finitud.  Quisiéramos no tener que pensar que existe un límite, porque nos angustia la idea de que vamos a morir. Nos angustia el sinsentido, la extrañeza de estar siendo para luego dejar de ser. Nos angustia el cambio, la incertidumbre, la nada. 


Pero, ¿Sirve de algo pensar en la muerte? Sin duda, no sirve como antídoto para ser felices, no nos tranquiliza. Es justamente lo contrario, llega para incomodarnos mientras interrumpe ese flujo armado de apariencias y certezas en que se ha convertido nuestra cotidianidad. Nos moviliza, nos permite vivir procesos reflexivos y experimentar lo que, magistralmente expresa Octavio Paz en el verso de su poema Piedra de sol, ese olvidado asombro de estar vivos…


Es el asombro de tener esta vida hoy, esta posibilidad de vivirla, lo que nos despierta de la anestesia permanente que produce el miedo. Nos permite relacionarnos de otra forma con nuestro propio tiempo, para ser conscientes de la idea del momento, de los acontecimientos que se van consumando en el presente y, de esa manera, llenar nuestras prácticas cotidianas del deseo más que del puro artifico.  Vivir una vida que sea digna de ser vida, con sus aristas y contradicciones, desde el dolor y el placer. Una vida que estremezca. 


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