AMAR Y TRABAJAR

sábado, 28 de diciembre de 2019





Es innegable la forma como la neurosis consigue arruinar algunas vidas, llenándolas de una insatisfacción e impotencia que, gracias también al discurso capitalista de nuestra época, despiertan una ansiada búsqueda por más, en otras palabras, una necesidad incontrolable de llenar con cosas (eso que nos venden en comerciales) aquello que supuestamente nos hace falta. Es así como la felicidad ha quedado reducida a una mera obligación más, que se limita a desear y obtener algo que al final no coincide con lo que queremos (¿Qué queremos?). Una paradoja que contribuye a la configuración de patologías tan comunes hoy en día, como lo son la depresión y las adicciones.

Es así como quedamos enganchados en una falsa promesa de armonía permanente, a costa de una sumisión ante las exigencias de un medio, que no alcanza a reconocer los límites de la realidad. Una especie de respuesta vacía para esas complejidades llevadas por dentro y para las que no existen antídotos.  De esta manera, terminamos viviendo en un mundo donde nos movemos a toda prisa, sin tiempo para la reflexión, donde se debe rendir lo suficiente y el amor por el trabajo se convirtió en amor por el dinero, donde todo se gestiona (hasta las relaciones amorosas), se mide y se calcula en términos de beneficios y conveniencias. 

Sin duda, se termina pagando un precio muy alto por sostener un estilo de vida que no hace bien a nadie, porque se paga con la enfermedad, el dolor, con la vida misma.

De allí que, aún hoy, podamos retomar lo que alguna vez habló Freud cuando definió la salud como la capacidad para amar y trabajar. Una premisa que, claramente, no asegura ninguna armonía o ideal, pero que permite confrontarnos con nosotros mismos para encontrar, lo que parafraseando a Gustavo Dessal, sería una manera menos tonta de habitar el desamparo y la infelicidad de la condición humana.

En este sentido, la salud y el bienestar nada tienen que ver con la complacencia vacía de tener por tener ni en la resignación pesimista del frustrado. Se trata, más bien, de abandonar la manera actual de traducir la vida en cantidades objetivas y comparables. Desprendernos del cálculo utilitarista para recuperar la capacidad de amar y desear. Asimismo, para crear(nos) una vida donde el trabajo sea otra forma de disfrute, a través de la oportunidad de inventar y producir desde lo que somos.

Quizás la felicidad no sea más que eso, la valentía de negociar con la realidad, dejar de huir y asumirla, para encontrarle a la vida un sentido propio que la haga más tolerable durante las perdidas y desencuentros, para vivir mejor. Al fin y al cabo, como dice la escritora Isabel Allende, la abundancia está al alcance de la mano, si uno sabe encontrarla.

5 comentarios:

  1. Desde pequeño me cuestione la razón por lo cual las personas gastaban en cosas que eran evidentemente innecesarias, pero las hacían ver como necesidades... y en muchos casos creando adicciones "justificadas" que en realidad podían abandonar cuando quisieran, pero que simplemente decidían mantener (¿inconscientemente?), para poder dar sentido a este mundo, que a fin de cuenta sigue siendo incomprensible y sin mucho sentido. Y sigo creyendo que en el fondo esta esa voz que nos dice que en verdad el sentido se lo terminamos dando nosotros mismos.

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    1. Ciertamente cuesta mucho enfrentarse con ese vacío estructural que hace parte de la vida sin correr a llenarlo (con objetos, comida, droga, etc.), a sabiendas que siempre será un intento infructuoso. Crecer es reconocer que siempre estará la falta, y que bien que exista, porque es lo que nos permite desear y movernos para hacer otras cosas (como encontrar el verdadero sentido).

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  2. O almenos eso es lo que parece...!
    Me gusta lo que escribes

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  3. Buena reflexión Dra. Hay un documental en Netflix que se llama "Minimalism" que se centra en esta idea.

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    1. El documental es bellísimo, lo vi hace un tiempo y sin duda también tiene mucha influencia en lo que escribo. Me gusta ver la filosofía minimalista como una metáfora de lo que necesitamos realizar en nuestro interior (depurar no solo objetos materiales sino miedos, tristezas, ideales, todo aquello que nos pesa y estorba) para construirnos una vida ligera, plena, o simplemente, una vida más parecida a lo que somos.

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