La Danza ( 1909) Henri Matisse |
“Casi anónima sonríes y el sol dora tú cabello. ¿Por qué, para ser feliz, es preciso no saberlo?”. Pessoa
Estamos todo el tiempo creyendo que podemos ser felices, en esa búsqueda constante que las sociedades vuelven imperativo. Así, habitamos en la religión de la felicidad, esa que profesa el dominio omnipotente de poseer la imperturbabilidad de la existencia, bajo la receta de llenar esta carencia que somos. Vivimos obnubilados en la ilusión de alcanzar ese estado pleno y terminamos cayendo en la dualidad que implica todo ideal, en este caso, la frustración de no poder versus la utopía de creer que se puede acceder. Lo que es aún peor, estamos convencidos que merecemos la felicidad (no sólo que es una posibilidad) porque “nacimos para ser felices” o, simplemente, porque se hacen méritos. Eres feliz, entonces, en la medida que se siguen las fórmulas prefijadas por el discurso imperante de la época.