Edvard Munch El grito, 1893 |
En una ocasión conversando con D me cuenta que lleva días angustiado por un zumbido en su odio derecho, que lo paraliza. Me cuenta que todo empieza un día teniendo la sensación de tener aquel oído “tapado”, a lo cual no dio mucha importancia. Luego apareció el zumbido. Es así como afanado comienza a consultar con varios médicos hasta que, efectivamente, uno de ellos logra aliviarle el mal que lo aquejaba. Sin embargo, su angustia no desaparece. Tenía la sensación de seguir escuchando el zumbido, pero ahora de un modo diferente. No tenía certeza si era su oído que andaba mal o era su mente jugándole una mala pasada. Le atormentaba la idea de tener este ruido tan intolerable por el resto de su vida o, lo que sería peor, perder para siempre su capacidad auditiva (algo que hasta ese entonces no había valorado). Estaba completamente bloqueado, sentía que algo que no estaba bien y , por la misma razón, no podía seguir viviendo de esa manera así que suspendió sus actividades, estudios, planes, todo.