Et in Arcardia ego
Nicolas Poussin, 1637-1638
La vida misma consiste en un conjunto de pérdidas y, como diría S. Freud, perdidas a las que estamos preparados, aunque para unas más que otras. De alguna forma, todos nos hemos topado con este hecho durante el transcurrir de nuestra vida y, es por esto, que sabemos lo que significa perder cosas importantes. Por ejemplo, lo que es perder a un ser querido, a un amor, dinero, un trabajo, un negocio, un examen, el prestigio, la salud, etc. Se trata, entonces, de un principio de realidad que, por más que queramos negar, termina presentándose igualmente. Es decir, es algo que sigue existiendo aun cuando se tienen los ojos cerrados.
Vivir implica perder. Ante esto, lo único que nos queda es asumirlo, no para vivir como resentidos o frustrados, sino para vivir y construir teniendo en cuenta que hay cosas que se pierden. Porque, paradójicamente, cuando esto no se acepta se termina perdiendo aún más. Por esto, es preciso reconocer que las perdidas hacen parte de nuestra realidad, para no vivir una vida en la fantasía, creyendo encontrar en objetos vacíos o en los antídotos del mejor postor, una falsa completud o una ingenua felicidad. También, para no seguir una vida descuidada convencidos de que “nada me puede pasar” o que “nada puedo perder”. Como cuando se despilfarra el dinero, no se atiende al trabajo o no se valora a la pareja y luego se sorprende cuando un día dejan de estar.
Ahora bien, la otra cara de la moneda, son quienes tienen tan presente la perdida que viven llenos de angustia ante la realidad de que, mañana no podríamos tener lo que hoy poseemos. Viven nada más esperando el momento en que la pérdida o el fracaso visiten su puerta, aunque en este afán se les vaya la vida. La neurosis los hace correr tras sus pensamientos, de eso que imaginan que va a suceder y, así, comienzan a recrear las escenas que tanto temen. No se dan cuenta que, el pensamiento siempre nos excede, siempre va adelante. Las ideas se nos escapan todo el tiempo y vivir tratando de encontrarle sentido a cada una de ellas, es desconcertante y agotador. Qué bien les haría a muchos reconocer que, no somos dueños de nuestro pensamiento (ni mucho menos del de los demás), solo nos queda el valor de dejar ir aquellos que no nos representan…. Pero algunos ni siquiera quieren perder sus ideas, incluso ni las más catastróficas, aquellas que se convierten en una carga pesada e inútil.
Sin duda, no hay nada más engañoso que vivir anticipado, en medio de la desesperación y de la duda, con el temor de que algo se les sea arrebatado. Imaginado que se tiene todo bajo control, como si el control nunca fracasara. Vivir anticipado es sufrir dos veces, es perder más de la cuenta (hasta la calma). De ahí la importancia de aprender no solo a soltar sino también a recibir, a ser receptivos con lo que llega a nuestra vida, tanto los buenos como los no tan buenos momentos, entender que lo que a uno le pasa le puede pasar, que al final dura sólo un tiempo y luego pasará.
El miedo a fracasar o perder no vienen realmente de situaciones actuales sino de la infancia. Crecer significa reconocer las perdidas y los errores, poder asumirlos. Es saber resignarnos ante lo que ya no podemos remediar y actuar frente a lo que todavía podemos modificar en nuestra vida. Sobre todo, para no convertimos en coleccionistas de perdidas, para no seguir fijados en lo que ya no está (perdiendo la vida misma), a fin de poder ser y vivir desde nuestras posibilidades.
Una de los grandes aprendizajes del psicoanálisis es aprender a no vivir con una mala predisposición al futuro, entender la vida como un viaje en el que, con frecuencia, entraremos por pasajes que nos mostraran situaciones que pueden ser difíciles, desagradables e injustas, pero ante las cuales tenemos la opción de enfrentarlo con más dignidad y entereza, confiando en los recursos y en el potencial propio. Creyendo que siempre podremos salir airosos.
Muy importante el escrito, nos ayuda reflexionar
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