SOBRE EL DERECHO A SER ESCUCHADOS

domingo, 20 de agosto de 2017



Es común hoy en día escuchar, cuando alguien menciona la psicología, expresiones como “yo no estoy loco” o “eso es para locos” como si fuese la psicología una especie de práctica desarrollada solo para una característica población que algunos denominan “locos”, y por el fuerte rechazo que aún se mantiene a esta profesión, también se entiende que es un tipo de práctica desagradable o tortuosa de la que solo pueden salvarse las personas “normales”. Precisamente, hace algunos días, alguien hizo el ejercicio de compartir con amigos y conocidos, por medio de una de las concurridas redes sociales,  una infografía acerca de algunas razones por las cuales acudir a un psicólogo clínico y las reacciones de algunas de aquellas personas ejemplifican un poco esta visión cultural de aversión sobre la psicología, expresiones como: “Hasta allá no llego”, “Por qué me envías esto?”, “Crees que debo ir a un psicólogo?” o “ Seguramente usted ya visitó uno”demuestran que la sola idea de tener que ir a un profesional de la salud mental resulta incómoda y, además,  ofensiva cuando entienden que alguien se los sugiere, pues de alguna forma la idea psicólogo- locura y locos- debilidad mental, los hace creer que se encuentran en una posición en donde otra persona es superior a ti mientras tú estás en nivel de inferioridad y fragilidad, que seguramente no asumes así.

Y bueno, si analizamos como ha sido el tratamiento de los trastornos mentales a lo largo de la historia, entendemos entonces de donde, posiblemente, viene ese miedo cultural a acudir a un psicólogo y la tendencia a defenderse y rechazar la idea de ser “locos”. Pues, por ejemplo,  ¿qué les sucedían a quienes eran considerados locos durante la Edad Media? O en Europa durante el siglo XIX con la proliferación de los manicomios? La respuesta es lamentable, eran objeto de múltiples formas de maltrato y vejaciones  disfrazados en forma de curación. Seguramente, nadie en esa época hubiese querido ser acusado de loco, como ahora en estos momentos todos internamente se esfuerzan por demostrar a los demás lo equilibrado que son, lo racional y correctos que pueden ser, su autosuficiencia y su fuerza mental, porque nada da más marketing que la alegría, el bienestar, la diversión; mientras tanto, se van guardando en un cofre cerrado todas aquella emociones que generan malestar, incomodidad y que de alguna manera, son difíciles de afrontar, queriendo que de esa forma desaparezcan o al menos parezca como si ya no estuviesen con nosotros. Emociones que son naturales para todos como seres humanos y que hacen parte de la vida. Sin embargo, cargar con el peso de ese cofre por mucho tiempo, sin abrirlo jamás, ocasionará que en algún momento deje de servirnos, pues ya no tendrá más espacio, y además nos cargará de más cansancio.

Cuando atravesamos por un momento difícil nos dicen siempre que hay que ser fuertes, aguantar, seguir adelante; y el consejo implícito de estos mensajes derivan en que hay que rehuir de aquellas emociones incomodas (dejar la tristeza, dejar el llanto, no pensar en preocupaciones, ect.) pues todo mejorará en algún momento. Y es así como hoy, muchísimas personas pueden estar cargando solos un cofre grande y pesado, aguantando todas las situaciones difíciles en su vida (que todos tenemos) y lidiando con todo aquello que no saben manejar o afrontar (Y es sorprendente la fortaleza con que lo hacen). Sin embargo, nadie nos dice que necesariamente debamos cargar con todo aquello solos.


Está bien pedir ayuda. Está bien sentir tristeza, rabia, frustración. Está bien dejar de intentar ser fuertes todo el tiempo. Acudir a un psicólogo no significa siempre un acto desesperado, lo que si significa es que hemos sido capaces de reconocer que en momentos necesitamos de otro y eso no nos hace débiles o dependientes; significa que nos hemos sentido merecedores de ser escuchados plenamente, y además merecedores de un espacio completamente para nosotros mismos en donde en donde no se estará solo y será entonces esa compañía la que nos permitirá pensarnos a partir de nuestra historia, reconstruirnos, tener una mejor visión de nosotros y de las demás cosas, cimentar las preguntas que serán la base para nuestro futuro, elaborar nuestro propio camino hacia la felicidad y el bienestar. 




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