LA VIDA A TRAVÉS DEL MITO

miércoles, 24 de julio de 2024

 


"Las pocas veces
que he sido feliz
he tenido profundo miedo
    ¿cómo iba a pagar la factura?
    Sólo los insensatos
-o los no nacidos-
     son felices sin temor. "

-Cristina Peri Rossi


A inicios del siglo XX, Freud fundó una práctica terapéutica relacionada con el funcionamiento de la mente humana en un intento por comprender aquello que particularmente nos conduce al sufrimiento. De esta manera, ideó un método de escucha en donde se busca descifrar, entre las historias que habitan en nuestra memoria, aquellas que hoy configuran nuestra propia versión de por qué se sufre. Pues, sin duda, más allá de los problemas que atraviesan la vida, es la misera neurótica la que complejiza la experiencia del dolor y agrega mayores dificultades. Como quién dice, cada quien construye su propio mito para justificar su realidad y sobrecargar de sentido aquello que, como mucho, sería un infortunio corriente.

NADIE PUEDE SER FELIZ

miércoles, 4 de enero de 2023

 

La Danza ( 1909)
Henri Matisse


“Casi anónima sonríes y el sol dora tú cabello. ¿Por qué, para ser feliz, es preciso no saberlo?”. Pessoa



Estamos todo el tiempo creyendo que podemos ser felices, en esa búsqueda constante que las sociedades vuelven imperativo. Así, habitamos en la religión de la felicidad, esa que profesa el dominio omnipotente de  poseer la imperturbabilidad de la existencia, bajo la receta de llenar esta carencia que somos. Vivimos obnubilados en la ilusión de alcanzar ese estado pleno y terminamos cayendo en la dualidad que implica todo ideal, en este caso, la frustración de no poder versus la utopía de creer que se puede acceder. Lo que es aún peor, estamos convencidos que merecemos la felicidad (no sólo que es una posibilidad) porque “nacimos para ser felices” o, simplemente, porque se hacen méritos. Eres feliz, entonces, en la medida que se siguen las  fórmulas prefijadas por el discurso imperante de la época. 


EL OLVIDADO ASOMBRO DE ESTAR VIVOS

martes, 10 de agosto de 2021

 

Robin Williams in "Dead Poets Society" (1989)


“vislumbramos / nuestra unidad perdida, el desamparo / que es ser hombres, la gloria que es ser hombres / y compartir el pan, el sol, la muerte, / el olvidado asombro de estar vivos”. Octavio Paz



La vida dentro de industrias de la ficción, es hoy el filtro por donde habitamos el mundo. Encapsulados en la apariencia y el simulacro, vivimos viendo gigantes donde sólo hay molinos. Por eso, resulta provechoso detenerse a distinguir la realidad y la ficción. No porque no podamos servirnos de esta última para iluminar la realidad, si no para alejarnos de ese simulacro de realidad que resulta narcotizante y que nos deja en un estado de letargo, distraídos, confundidos respecto al significado de las cosas y anulados en cuanto a nuestra conciencia individual.


Nos encontramos permanentemente aislados, imposibilitados para vivir de otra manera que no sea bajo las sombras. Sin poder reconocernos ni conocer distinto al otro. Habitamos en un automatismo desenfrenado, pasando de una acción a otra. Así como quién reproduce un camino idéntico. De esta manera, se actúa conforme a lo preestablecido para no levantar sospechas. No se dice más de la cuenta. Quedamos pegados a las acciones del entorno como animales miméticos: buscando la indistinción, el camuflaje, representar bien el personaje que suponemos es nuestro papel. Así, nos pasamos la vida. Actuamos el guion hasta que el telón cae. 


¿Es esta compulsión que habitamos, el pharmakon (eso que es al mismo tiempo remedio y veneno) que utilizamos para soportar la vida?  ¿Nuestra defensa?  Nos acostumbrados a vidas productivas, al encierro de no poder parar como mecanismo para huir de lo que requerimos pensar, sentir, vivir. Porque en el fondo, nos negamos a asumir nuestra finitud.  Quisiéramos no tener que pensar que existe un límite, porque nos angustia la idea de que vamos a morir. Nos angustia el sinsentido, la extrañeza de estar siendo para luego dejar de ser. Nos angustia el cambio, la incertidumbre, la nada. 


Pero, ¿Sirve de algo pensar en la muerte? Sin duda, no sirve como antídoto para ser felices, no nos tranquiliza. Es justamente lo contrario, llega para incomodarnos mientras interrumpe ese flujo armado de apariencias y certezas en que se ha convertido nuestra cotidianidad. Nos moviliza, nos permite vivir procesos reflexivos y experimentar lo que, magistralmente expresa Octavio Paz en el verso de su poema Piedra de sol, ese olvidado asombro de estar vivos…


Es el asombro de tener esta vida hoy, esta posibilidad de vivirla, lo que nos despierta de la anestesia permanente que produce el miedo. Nos permite relacionarnos de otra forma con nuestro propio tiempo, para ser conscientes de la idea del momento, de los acontecimientos que se van consumando en el presente y, de esa manera, llenar nuestras prácticas cotidianas del deseo más que del puro artifico.  Vivir una vida que sea digna de ser vida, con sus aristas y contradicciones, desde el dolor y el placer. Una vida que estremezca. 


DEMASIADO HUMANO

lunes, 14 de junio de 2021

 

Tarde en la calle Karl Johan (1982), Edvard Munch



“Allí donde ustedes ven cosas ideales, yo veo cosas humanas, demasiado humanas” Nietzsche




La vida es ese borrador sin cuadro, como lo describe Milán Kundera, que nos arroja hasta su orilla de manera intempestiva para dar inicio al acto de vivir, bajo la suerte de nuestra improvisación. Así nos embarcamos en este viaje, a la primera y sin tener idea de hacia dónde nos dirigimos. Viviendo de la única manera que es posible bajo estas circunstancias, desde el sin sentido y la imperfección, habitando la incertidumbre desde una posición conflictiva. De allí, que en la naturaleza del ser humano se encuentre esa búsqueda de respuestas que nos llenen de un sentido, de la seguridad del dominio. En relación con eso, las civilizaciones eligieron sus mentiras más eficientes para hacerlas verdad y, a partir de ahí, construir los valores sobre los cuales edificaron su (nuestro) mundo.


De esta manera, desde que nacemos somos introducidos en el mundo de los ideales y los valores. Nos constituimos a partir de las verdades de otros y, desde esa lógica, somos moldeados en los patrones de comportamiento que se establecen como el deber ser. Es así como esta alineación nos somete al destino de animales de carga, a una posición servil y de sacrificio, en aras de la consecución de un pase hacia ese mundo que está más allá, el ideal. Para esto, el cuerpo es entonces tan solo el vehículo del cual se sirve el ser para alcanzar su meta, es solamente útil para cargar y soportar. Así se condena y se priva de su condición natural. La vida entonces, queda reducida en la vivencia de lo normativo y lo práctico, en la presión de las expectativas. 


El ideal del bien, la moral, el amor, la amistad, el orden, el deber y todas aquellas ataduras que hemos adquirido por habito y por costumbre, representan aquellas verdades inamovibles y canónicas que se siguen, casi por obligación, muchas veces sin una construcción o compresión particular de sus significados.  En contra del carácter de la vida misma, se aprende a creer sin cuestionar. ¿No es la vida una continua interpelación? 


De allí que, conquistar la propia libertad implique un proceso de deconstrucción, cuyo costo es la perdida. Perder cosas y perderse uno mismo para darse cuenta de cuanto podemos poner en cuestión para ser transformados. Lo que significa dejar de aferrarse a todo aquello que falsamente nos vende la ilusión de seguridad, los ideales y expectativas que no son propios y que entorpecen la vida. Abrazar la incomodidad de la duda y del vacío. Reconocer que no existen garantías.


 Un proceso arduo y doloroso que requiere en nosotros el deseo y el temperamento para atravesar lo desconocido y la hazaña de incorporar lo que conocemos en el cuerpo, conectar nuestro ser con la corporalidad para experimentar y sentir desde nuestra esencia. Ese será el duelo que debemos transitar para la construcción de nuestra individualidad y el reconociendo de lo humano, de lo demasiado humano que somos.  De esta manera, aceptando nuestra naturaleza indómita es que empezamos a abrirnos a las posibilidades que nos ofrece la creación de lo auténtico. Quizás, mientras más a ras de la tierra se encuentre nuestra vida, más real y verdadera será.


CUANDO HABLAR CUESTA

domingo, 18 de abril de 2021

 


Persona (1966), Ingmar Bergman


“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.” ~ Ludwig Wittgenstein



La palabra posibilita la creación de la realidad, no solo es un reflejo de lo habitamos sino la herramienta que nos permite descubrir nuestra propia realidad, inventarla, recrearla. En este sentido, la palabra nos lleva a constituirnos como seres de deseo. Hablar no sólo representa la transmisión de un contenido, sino una forma de tomar parte, de implicarnos, de ser eso que somos. Básicamente, es una manera de afirmar que se está vivo. La palabra plena es un acto que conlleva a la libertad de revelarnos a nosotros mismos. De allí, que no sea un asunto menor. Más bien, una conquista. 


¿QUÉ LE HACE PENSAR QUE ALGO MALO VA A PASAR?

domingo, 28 de febrero de 2021

 

Las tres esfinges de Bikini (1947) de Salvador Dalí
Las tres esfinges de Bikini (1947)  Salvador Dalí 


“La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos” Marco Aurelio

 

 

La ansiedad es un modo de ser y de vivir. Hay quienes solo pueden actuar desde aquella ansiedad panicosa que desborda en nerviosismo. El ansioso habita en una serie de pensamientos catastróficos, que le hacen ver la vida como una amenaza constante de la que hay que defenderse, en donde solo puede esperarse que pase lo peor. Una amenaza que no se enfrenta sino de la que se huye frenéticamente. Lo que termina en una encrucijada, que podríamos resumir de la siguiente manera: anticiparse a lo que puede pasar, querer evitarlo, huir, pero no hay forma de huir de lo no está presente, ni mucho menos se puede huir sin saber realmente de lo que se está huyendo.

“LOS QUE FRACASAN AL TRIUNFAR"

viernes, 30 de octubre de 2020


«Sol de la mañana» («Morning sun») Edward Hopper
«Sol de la mañana» («Morning sun»), 1952
 Edward Hopper


Existe un capitulo curioso en la vida de los seres humanos, el cual Freud, S. definió en uno de sus artículos (“Los que fracasan al triunfar”, 1916) como un estado de imposibilidad para acceder y disfrutar del éxito.  Aunque resulte paradójico, en ocasiones, no sufrimos por la frustración de no poder cumplir ciertas metas, sino justamente por lo opuesto, podemos llegar también a sufrir precisamente cuando se cumple—o ya está cerca de cumplirse—aquel deseo anhelado. Si lo anterior nos hace dudar de su veracidad, basta con mirar aquellas situaciones en las que alguien se encuentra con una oportunidad importante en su vida y se detiene, por ejemplo: aquel que le ofrecen ascender en el trabajo pero se niega por sentir que no será capaz, o quién ya está por finalizar los estudios universitarios y posterga la tesis, también aquel que va a cumplir un deseo perseguido por mucho tiempo y justo en ese momento enferma, o el paciente que va mejorando en su proceso terapéutico y no asiste más. ¿Existirá algo que nos empuje al sufrimiento?

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